El debate del hombre: Nada y Dios

Si tanto asombro nos causa uno como el otro de ambos "polos", después de todo no sería tan mala nuestra posición, a caballo de uno y otro. Ahora bien, a parte de ese asombro, sí hay una diferencia sustancial entre ambos: la "individualidad".El ser lucha por "abrir" una perspectiva propia; amplía esa brecha frente al mundo. Y para ello, su esfuerzo, "dolor de parto", le hace "merecer" la naturaleza de su ser.La ampliación, la "apertura" de la naturaleza del ser hacia el polo "Dios", produce en él un sentimiento de "agrado" mayor, felicidad. Ese sentimiento de felicidad se incrementa en la "aproximación" a Dios, por eso es tan importante para el ser esta "lucha" por alcanzar niveles de "apertura" superiores.Como ya expresamos en apartados anteriores, el "quiebro en la evolución" significa un "cambio sustancial" en la "forma" o la "estructura" del "crecimiento lineal" de la ley complejidad - sensación a partir del nivel de complejidad del ser humano. Dicha ley, por consiguiente, necesita de una rectificación que viene aconsejada por un efecto de retroalimentación o "retroacción". Esa retroacción significa la aparición de un cierto "dilema" entre sentimientos con "tendencias internas" (aunque "diversos" para cada ser) y otros con tendencias "externas" que, por primera vez, ejercen un "tirón" hacia algo fuera de la propia naturaleza del ser. El "esfuerzo" con relación a esa nueva tendencia "origina" una sensación de agrado, felicidad, respecto a un nuevo sentimiento que "conecta" con el "polo" Dios. La "acción" continuada en esa dirección (comportamiento favorable), por ese efecto de retroacción (lo que también se da en el caso general), hace aumentar (hasta cierto límite) la complejidad en el sentido de un afianzamiento en la naturaleza del ser de la tendencia hacia el Ser Supremo. De aquella forma, la naturaleza del ser se va transformando en "mayor receptora" de esa sensación-sentimiento, felicidad, percibida en su "comunión" con dicho Ser.Así que, entonces, a partir del nivel humano, parece abrirse una "dicotomía" en la misma complejidad: por un lado, complejidad alrededor de la propia naturaleza del ser (evolución "animal" del hombre), y por otro, complejidad "en torno" al Ser Supremo (evolución "más espiritual" del mismo). Pero la naturaleza más sublime del ser humano (como hijo de Dios) acompaña a esta última tendencia, así que la evolución de la complejidad en un sentido distinto, realmente produce un retroceso en la verdadera naturaleza del hombre (en esas características humanas). Y es que, a partir del ser humano todo "aumento" de complejidad "obligatoriamente" debe pasar por esa nueva vía abierta ("acercamiento" al Ser Supremo, sobre la base de que la evolución hacia Dios del hombre - Dios como "hijo nuestro"- indica una clara "evolución" en este sentido).O sea, habrían dos tendencias o atractores: uno sobre sí mismo (sentimiento "egoísta" animal), y otro en pos de Dios. El hombre es libre (igual que todo ser sobre las distintas "tendencias" o instintos) para "elegir" uno u otro, pero la primera opción supone una "disminución de complejidad" (capacidad para sentimientos cada vez más "excelsos"), es decir, un retroceso en su evolución "como hombre" (la evolución del hombre es ya más "mental" que biológica).Las "tendencias" (instintos) en el animal son "neutras" en sentido individual; tan sólo son importantes para la especie. Nos referimos a las "acciones" o toma de decisiones respecto a las mismas. Mas, en el hombre no hay "neutralidad" individual, al hacer su aparición por primera vez tanto atractores "externos como internos".A decir verdad, lo último requiere de cierto análisis, ya que puede juzgarse como "atractores externos" aquellos instintos o "tendencias del futuro" (en lo que tanto hemos ido haciendo hincapié con anterioridad) que, por cierto, aparecen en cualquier ser, con indiferencia de su grado de complejidad.Diríamos mejor que lo que origina ese "quiebro" en la evolución no es tanto la aparición de atractores externos e internos, sino el que esos atractores externos sean "entendidos" en relación con conceptos en los que priva fundamentalmente la "eternidad", como principal atributo del polo "Criatura Suprema".El acontecimiento es el mismo que el general de la retroacción del futuro; la diferencia estriba en el "grado de complejidad" capaz de hacer entender, "sentir", la eternidad y la inmortalidad como "catapulta" para acceder, intuir o empezar a comprender y amar a la Criatura Suprema. Ese "conocimiento" es un hecho singular para el ser en el que tiene lugar (el ser humano). A partir de ahí, ese "encuentro de Dios", el hombre no puede ser indiferente, y ello se le presenta como una necesaria elección, no entre dos posibilidades "equiparables", sino, por el contrario, con matices tan diferentes que una de ellas es considerada de un nivel muy superior (la que se le aplica el calificativo de espiritual) a la otra. Desde ese momento, se identifica como humano aquello que va "paralelo" a esa vía. La otra opción se intuye conduce a una regresión en nuestro linaje, acercándonos a nuestros antecesores, el lugar de donde partimos, que en el límite correspondería con la misma Nada, lo que supone un indudable retroceso en nuestra "individualidad".Aquellas serían a grandes rasgos las dos tendencias, que realmente se diferencian "tan solo" en una "creencia" (por ello una "querencia"); mas "creer es poder": una transformación."El querer os hará libres: ésa es la verdadera doctrina sobre la voluntad y la libertad y la libertad que os enseña Zaratustra". (Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Segunda Parte. En las islas afortunadas.)"Yo os enseño que el querer hace libres, pues querer es crear. Y sólo habéis de aprender para crear". (Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Tercera Parte. Las viejas y las nuevas tablas.)Parece como si en la Nada se produjese una "inmersión" de las individualidades hasta su desaparición. El camino hacia el otro polo, es el camino hacia una redoblada individualidad; en el límite la Suprema individualidad sería Dios. Así que esos seres "integrados" en el Cuerpo Místico, cuanto más cercanos al polo Dios, más "individualidad" tendrían; es decir, la "unicidad del Cuerpo Místico" es una "comunión" de seres, de individualidades, no una anulación de las mismas. La "unicidad" se entendería como una unión de "elementos fuertemente entrelazados por el Amor", que sería la poderosa argamasa (nos recuerda, en un símil material, a los "gluones" de dentro del núcleo atómico); o sea, unicidad dentro de la multiplicidad. No "inmersión" dentro de la Criatura Suprema, sino "elementos constituyentes" o "indisociables" (he ahí la unicidad) del propio Cuerpo Místico al que llamamos Dios.Dios no sería el Ser Supremo "separado" (aunque infinitamente superior) de todos los demás, sino que Dios es un superconcepto formado por el conjunto indisoluble de todos los seres, eso sí, "sesgado" en pos del crecimiento de la individualidad. Esa individualidad se "siente" desde dentro de cada ser, pero a la vez cada ser se siente único, siente aquella unicidad respecto a los demás seres. La argamasa, Amor, es sentida con diferente "potencia" por cada ser, en función de su naturaleza (grado de individualidad). Mayor individualidad, mayor "cohesión". La individualidad de la Criatura Suprema es tan fuerte que siente a los demás seres como Sí mismo, en una especie de identificación con su propio Cuerpo ( Místico). Por consiguiente, cada "partícula de Dios" (cada componente de la Nada) es el mismo Dios (contemplada desde la Criatura Suprema), pero a su vez tiene "vida propia", su propia individualidad representada por su subjetividad: ¡Yo soy yo (multiplicidad), pero formo parte del mismo Dios (unicidad)!Ahora si puede percibirse esa mal llamada "inmersión" de la individualidad del ser en Dios como perdiéndose en Él... Pero, es una mala interpretación de lo que sucede con el propio Dios como Ser "individual". La "unicidad" del Cuerpo Místico exige que en el Ser Dios se identifiquen (no se parezcan o se acerquen, sino que se igualen hasta la identificación) el "sentimiento de pertenencia" a su individualidad subjetiva, con el mismo sentimiento (identificación) del "conjunto Dios" (representado por la totalidad del Cuerpo Místico). Esa "identificación" puede entonces considerarse (de modo impropio) como una pérdida de la propia individualidad, para "adoptar" la individualidad de Dios, "su" individualidad, apareciendo así como única, cuando es una superposición de dos idénticas, de imposible diferenciación. Claro está, que si queremos ver una "diferenciación" entre las mismas, juzgando esta diferenciación como índice de "conservación de individualidad", la propia identificación significará diferenciación nula, o sea, bajo esas premisas, "equivaldría a una pérdida de la propia individualidad".Por consiguiente, si por alguna especie de éxtasis llegamos a identificarnos con Dios, no hemos perdido nuestra individualidad (lo que parecen creer muchos místicos). Lo que realmente sucede es que ¡nos hemos hecho Dios! (Al menos en esos instantes - identificación). Que es casi lo contrario de la aseveración de aquellos místicos, puesto que, en realidad: ¡nos hemos apoderado (identificación) de Dios! ¡Y es que nos hemos transformado en el mismo Dios! (Y que sepamos, Dios no pierde su personalidad, su individualidad).

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